Una semilla es como un pequeño cofre del tesoro que contiene la magia para crecer en algo grande y hermoso, como un árbol o una flor. Imagínala como un pequeño paquete lleno de posibilidades. Cuando la plantas en el suelo, le das un poco de agua y dejas que el sol brille sobre ella, comienza a despertarse. Dentro, la semilla tiene todo lo que necesita para comenzar a crecer. Es como cuando tienes todas las piezas de un rompecabezas y solo necesitas juntarlas para ver la imagen.
Piensa en una semilla como un pequeño bebé planta dormido. Está toda acurrucada y cómoda, esperando el momento adecuado para estirarse y crecer. Así como necesitas comida y sueño para crecer fuerte, una semilla necesita tierra, agua y sol. Una vez que obtiene todo lo que necesita, comienza a germinar, lo que significa que envía pequeñas raíces y brotes. Estos son como los brazos y piernas del bebé planta, buscando más comida y luz.
Una semilla es también como una llave mágica que abre la puerta a una nueva vida. Dentro, hay una pequeña planta esperando salir y explorar el mundo. Cuando plantas una semilla, le das la oportunidad de abrir esa puerta y comenzar su aventura. Es como cuando abres un libro y comienzas una nueva historia. Cada semilla tiene su propia historia especial que contar, y al cuidarla, ayudas a que crezca y comparta su historia con el mundo.