La reticencia es como cuando tienes un gran cono de helado frente a ti, pero no estás seguro de si quieres comerlo porque está muy frío y acabas de cepillarte los dientes. Lo deseas, pero algo dentro de ti te hace dudar. Es como si tu corazón y tu cabeza estuvieran jugando un pequeño tira y afloja.

Piensa en tu juguete favorito, pero es hora de ir a dormir. Realmente quieres jugar un poco más, pero sabes que deberías dormir. Esa sensación de querer jugar pero saber que no deberías, es la reticencia. Es como una pequeña voz que dice: “Quizás no ahora.”

Imagina un cachorro que ve un gran charco. El cachorro quiere saltar y chapotear, pero le preocupa mojarse y ensuciarse. El cachorro se queda allí, moviendo la cola, sin saber qué hacer. Eso es reticencia. Es cuando no estás seguro de si deberías hacer algo, incluso si parece divertido o emocionante.

La reticencia es como estar al borde de una piscina, sumergiendo los dedos de los pies y pensando si debes saltar. Quieres nadar, pero el agua se siente un poco fría. Es ese momento de duda antes de decidir qué hacer.