Un rebelde es como una flor silvestre que crece en un jardín lleno de rosas. Mientras todas las rosas siguen las reglas del jardín, la flor silvestre decide crecer donde quiera, mostrando sus propios colores y formas. No significa que la flor silvestre sea mala; solo quiere ser diferente y mostrar su propia belleza.
Piensa en un rebelde como una cometa que quiere volar en una dirección diferente. Mientras otras cometas siguen el viento en una dirección, esta cometa decide explorar el cielo en su propio camino. No tiene miedo de desviarse porque tiene curiosidad por saber qué más hay por ahí. A veces, puede enfrentar desafíos, como quedarse atrapada en un árbol, pero aprende y crece a partir de estas experiencias.
Un rebelde también puede ser como un tambor en una banda que toca su propio ritmo. Mientras el resto de la banda toca una melodía, el tambor podría decidir intentar un ritmo diferente. No quiere arruinar la música; solo quiere agregar un sonido único que otros puedan disfrutar. Ser un rebelde es tener el valor de ser uno mismo, incluso cuando otros están haciendo algo diferente.