Cuando pruebas algo amargo, es como cuando muerdes una cáscara de limón. Hace que tu cara se arrugue y tu lengua se sienta rara. No es como el sabor dulce de los caramelos o el sabor salado de las papas fritas. Es un sabor fuerte y agudo, como una fiesta sorpresa en tu boca, pero no del tipo divertido.
Piensa en un sabor amargo como un pequeño troll gruñón viviendo en tu lengua. Este troll no le gusta sonreír o reír. Cuando comes algo amargo, el troll se despierta y te hace fruncir un poco el ceño. Es diferente del baile feliz que hace tu lengua cuando comes helado.
Imagina el amargo como un superhéroe súper ácido que no lleva una capa colorida. En su lugar, lleva un traje oscuro y serio. Este superhéroe no te hace reír como un payaso; te hace pensar, ‘¡Guau, qué fue eso?’ Es un sabor que a menudo se esconde en cosas como el chocolate negro o las verduras de hoja verde. No siempre es el sabor más divertido, pero es interesante y hace que otros sabores se destaquen más.