Cuando algo es ambiguo, es como un dibujo con muchos colores y formas, pero no puedes decir exactamente qué es. Tal vez parece un perro o tal vez un gato, y no estás seguro. Es un poco confuso porque hay más de una forma de verlo.
Ambiguo también es como cuando alguien te da un regalo envuelto en una caja misteriosa. La sacudes, pero no puedes saber si es un juguete o un libro. La caja no te da suficientes pistas para adivinar qué hay dentro, así que es una sorpresa hasta que la abres.
Imagina que estás jugando un juego donde las reglas no están muy claras. Podrías preguntarte si debes correr o saltar. Sin instrucciones claras, te quedas adivinando qué hacer a continuación. Eso es lo que se siente ser ambiguo—no está claro y no estás seguro de lo que significa.
Piensa en una historia donde el final no te dice qué les sucede a los personajes. Tal vez tengas que imaginar diferentes finales porque la historia no te da todas las respuestas. Deja las cosas abiertas y te hace pensar en todas las posibilidades.